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Claro de luna

Claro de luna

Conoces bien al amigo, amiguico le llamabas cuando se sentía víctima del azar del tren no hace mucho, y recitaba versos de Neruda en Escandón, rodeado de nieve.  Y no te sorprendes si se muestra orgulloso de su condición: es de secano, y ni aun con los calores has conseguido que se mojara por encima del tobillo. Pues bien, este verano ha pasado unos días cerca del mar, “esa forma terriblemente dura y compacta de la naturaleza”, como dice, robándole una línea al Cuaderno gris de Pla,  y ha paseado su andar ansarino, y a veces cansado, por la arena. Breve escarceo al vuelo de la brisa de la mañana y en seguida, retirada a una sombra agradecida, sin dejar de observar la curva del horizonte.

Pasan las horas, antigua hora sexta  del reloj de sol convertida por la costumbre en siesta, en la que nada se mueve y muchos desafían la delgadez extrema de la capa de ozono, mientras el amigo, desficioso, al decir de la abuela de la que apenas pudo disfrutar,  espera la llegada del atardecer. El sol le calienta la espalda mientras la sombra se proyecta sobre la arena, y el amigo se pierde, atraído por el infinito. Llega la noche, y anda hasta el espigón del paseo nuevo, donde rompen las olas, un rito que cada cual vive a su manera.

Al poco, la oscuridad del horizonte enrojece y comienza la ascensión de la luna. El estupor da paso al silencio, y se ahoga el murmullo del espigón. La luna, casi llena, va ganando altura y en seguida proyecta su reflejo en las olas mansas, una estela blanca que se abre en ángulo hasta el espigón. Un acento dulce insinúa que sólo por ver este reflejo de luz merece la pena haber nacido. Y se acuerda el amigo, amiguico le llamabas, de una escena de su memoria infantil, cuando Donato, Minino y Colás tuvieron la ilusión de atrapar la luna desde el cerro de Santa Bárbara, pertrechados con una escalera, una cuerda y un saco.

El amigo calla, en guardia: aguarda. A lo mejor pensaste que callaba por la atracción de la luna. Pero el amigo, como el poeta, desconfiaba, “mientras la mar dormía ahíta de naufragios”. Ya sabes, una forma terriblemente dura y compacta de la naturaleza. Y además, ahora resulta que la luna nos abandona: se aleja de la Tierra 3,8 centímetros al año.

 

Jesús Marchamalo - La tienda de las palabras

Jesús Marchamalo - La tienda de las palabras

"La lluvia dibuja un escenario de irrealidad. Todo bajo la lluvia parece desdibujarse, como una acuarela, un paisaje impresionista en el que no somos más que trazos, pinceladas de colores apagados y romos"

El reverso del tapiz

El reverso del tapiz

Dicen, y seguro que tienen razón, que si caminando por el bosque te topas con un muro, el obstáculo parece infranqueable precisamente porque lo tienes a un palmo de distancia. Y como para todo encuentras quien te aconseje, te diré que recomiendan los expertos en esto de encontrarse muros por el bosque que te alejes un par de metros y entonces veas la altura real del hasta entonces obstáculo insalvable: a lo mejor resulta que hay una oquedad en algún lado, o unas piedras en las que apoyarte y poder subir, e incluso una escalera dotada de barandado. Cosas del sentido común, por lo visto.

Pues nada, a poner metros de por medio y a ganar perspectiva, que te han recomendado andar ahora que tienes más tiempo. Nada como el Cerro de Santa Bárbara a primera hora de la mañana, cuando no te ciegue el sol de la tarde, para observar Teruel en la distancia, que igual los problemas se ven de otra manera, o a lo mejor resulta que no eran tales (o tan graves) problemas. Conforme se acerca el camino, pasado el cementerio y la subestación de Eléctricas (mis padres, ajenos al devenir de la OPA de Endesa todavía dicen la Teledinámica  o sólo la Tele), se divisa la silueta del cerro, convertido en signo de los tiempos, donde unas antenas y no la vieja ermita desafían a las tormentas, haciendo gala de una altivez que tal vez defina nuestro tiempo. Aprovecha para observar un Teruel diferente. Es cuestión de punto de vista: me dicen que sugiere la parte de atrás de un tapiz o de un bordado. Por detrás de la imagen habitual, que reproduces con los ojos cerrados, tienes ahora el reverso, el entramado de la vida de la ciudad; como es una hoya, el Ensanche y la Fuenfresca quedan muy en segundo plano y se ve el Teruel viejo, erguido entre los Monotes y la Muela.

Pues sí, fue un acierto que Agustín Alegre donara la imagen que plasma esta perspectiva a la ciudad (puedes ver el cuadro en el Ayuntamiento): las cosas se ven con más calma. Deberían sentarse al pie de las antenas quienes tienen que decidir sobre la ciudad, sobre su futuro, sobre los problemas del día a día, y hablar, y aclararse. Tiene su qué, esto de ver lo habitual desde otro punto de vista. A lo mejor resulta que el muro se puede saltar, o que hay un agujero donde antes sólo se veían piedras, y encontramos un estribo que nos ayudará a saltar, o, quién sabe, la mano recia del acompañante.

 

"la collares"

"la collares"

Siempre me ha intrigado el poder de la memoria de los mayores. Al menos esa memoria a  largo plazo, que les permite delinear a mano alzada acontecimientos olvidados por la historia oficial, o que pasaron desapercibidos en la crónica escrita. Y aunque me pasa con frecuencia, no dejo de asombrarme, ni de envidiar esa facilidad para relatar, tal vez desarrollada por el hábito de la conversación, lejos de la prisa y del impacto de la imagen que hoy nos domina. Hablaba con una de mis confidentes entradas en años, mayor, pero no vieja – insiste - , habitual de la plaza del Torico en sus años de vida laboral, y al hilo de recuerdos, acabamos hablando de Nieves, la moza del cántaro. Se confundió lo que no era sino un piropo con la realidad y su imagen flamenca, y se le tomó por la modelo de la escultura de Victorio Macho, en el monumento a José Torán.Si poco sabemos de Victorio Macho, tampoco es extraño que poco se haya hablado de la modelo que prestó su figura elegante al artista para quedar inmortalizada junto a la Fuente de Torán. Pero las hemerotecas siempre nos echan una mano. Hace unos meses, cercano el comienzo del otoño, otro momento de conversación, en otro lugar, nos llevó a recordar la inauguración del conjunto escultórico, el 17 de marzo de 1935… el recorrido en perfecta formación desde la calle de Carrasco hasta el Viaducto con doña Venancia, directora de las Escuelas Graduadas y doña Carmen Albalate, profesora de labores y dibujo, el momento que culminaba las gestiones emprendidas tras la muerte de José Torán el 18 de enero de 1932, cuando el Ayuntamiento de Teruel acordó contribuir a la suscripción abierta pro monumento a Torán con diez mil pesetas, que serían cinco mil en 1933 y otras cinco mil en 1934. Las actas del Ayuntamiento recogen la actuación del concejal José Anduj en nombre de la Comisión Pro-monumento y la concesión de la licencia para el mismo, con arreglo al proyecto de Victorio Macho, escultor entonces de moda en Madrid.Y así, Victorio Macho desapareció de la vida de Teruel, sin duda por sus ideas republicanas, que él mismo matiza al detalle en sus memorias. Pero el domingo 22 de septiembre de 2002, el suplemento Magazine del diario El Mundo traía un reportaje sobre Julio Romero de Torres y sus modelos. Una de ellas, no la famosa Piconera, entrevistada en este reportaje, era Concepción Cabezón, de 97 años de edad, y alojada en una residencia de ancianos de Riaza (Segovia) desde 1988. Posó para el pintor en los últimos años de éste, cuando ya se encontraba enfermo, no en vano moriría en 1930, y resulta que a través de él conoció a Victorio Macho, amigo del pintor, y de quien se enamoró y mantuvo una relación sentimental que duraría años. Afirma el autor del reportaje que “en su juventud, Concepción reunía todas las condiciones para ser pintada por Julio Romero de Torres: ojos grandes, morena, pelo largo, ancha de caderas (…) y prácticamente no recuerda nada de sus años de entonces. Pasa el día rezando con su compañera de habitación y cantando las coplas de la época con una voz muy fina. No le gusta recordar ‘poque me da pena por toda la gente que ya se fue’, dice con un humor incombustible al paso del tiempo.”Concha Cabezón, como recoge la necrológica del diario El País de septiembre de 2003, falleció en su lugar de retiro, al pie de la sierra “donde era habitual verla con un clavel rojo sujeto al pelo. Apodada cariñosamente por sus compañeros como la collares, por la cantidad de complementos de belleza que se colocaba a diario. Cabezón apostó siempre por las modelos rellenitas, como aseguraba que era ella en su juventud, frente a las de ahora que, a su juicio, están muy delgadas.” Curiosa  y oportuna la referencia de la anciana modelo a lo que ocurre estos días de pasarelas y anorexia, cuando el poder de los medios de comunicación extiende una imagen distorsionada e interesada de la mujer. Y vuelvo a recordar a Nieves, que en el imaginario de nuestros padres, siempre será la moza del cántaro, porque, como escribió Victorio Macho en sus memorias, “por el arte se alcanza la inmortalidad”.

Fósiles

Fósiles

Llevo ya un tiempo dándole vueltas al mundo de los fósiles. Por eso,  el pasado mes de mayo, con motivo del Día Internacional de los Museos, cuando traía el Diario la noticia del documental sobre el Gigante Europeo, la recreación digital del dinosaurio de Riodeva,  me pareció que la existencia de fósiles precisamente en un lugar llamado Riodeva no es casual.

De niños, todos hemos vivido la fascinación de encontrar una caracola o un animal desconocido incrustado en una piedra, hasta el punto de hacer colecciones y disfrutar del trueque, especialmente con amigos que vivían o veraneaban en otros lugares, y la afición a entender el entorno físico se ha visto en mi caso gratificada cuando he tenido la suerte de dar un paseo por el campo en compañía de algún geólogo. Fascinante. El hecho de descubrir lo que aparentemente son sólo piedras de un color u otro o tan sólo accidentes geográficos no deja indiferente al paseante que abre los ojos a un entorno que no es sino testigo de tiempos perdidos.

También fascina descubrir que el lenguaje está plagado de fósiles, restos de otras épocas, a veces acartonados o calcificados, con su ADN, que no nos resultan evidentes a no ser que otra persona, o una lectura casual pero acertada, nos los hagan descubrir. Ya lo apuntó José Antonio Marina en su Diccionario de los sentimientos, en el que trata de establecer la genealogía del vocabulario del sentir en castellano, para concluir que a veces no nos damos cuenta de la profundidad de nuestra lengua, que debería ser la profundidad de nuestro pensar.

Decía más arriba que no es casual que el hallazgo haya sido en Riodeva. El nombre del lugar es en sí un fósil del lenguaje, un resto fascinante, testigo de otra época, y que nos hace pensar en el origen indoeuropeo del topónimo, traído hasta aquí por los celtas y que se relaciona con divino, divo, Dios: el río diosa, el agua como objeto de culto, ya en los antiguos iberos pobladores de estas tierras y otras alejadas de la península: lugares y poblaciones llamados Deva en Galicia, Deba en el País Vasco (que, por cierto, tiene las aguas del río Deba, legendaria diosa, como seña de identidad en su escudo)…

Fósiles en el lenguaje, muchas  palabras que de forma inconsciente atestiguan épocas remotas, con su propio ADN y contribuyen a modelar nuestro pensamiento y que el uso ha gastado. Hablaremos más adelante de algunas que me intrigan. Y me divierten.

ayer, un rato en la biblioteca

ayer, un rato en la biblioteca

8 de agosto de 2006 – martes

Paso por la Biblioteca Pública de Teruel, antes Casa de Cultura, y no me voy de vacío. Y además, esta vez me he llevado un par de libros: Adolfo Suárez y el bienio prodigioso (1975-1977), de Manuel Ortiz y Poemas de Czeslaw Milosz, autor polaco (eso creía yo, que era polaco, aunque después de leer su Otra Europa no tengo claro si era polaco o lituano). Como han ampliado la oferta de novedades de una forma increíble, ocupando dos mesas enteras, es muy difícil no llevarse algo y cruzar el sol de justicia de la plaza del Seminario con el sobaco ilustrado. Javi, estudiante, que según dice, trabaja de machaca estos dos meses de verano, atiende con paciencia a las explicaciones que le da un anciano: una médica, en vez de curarle, ha intentado cobrarle, y anda un poco cabreado, a tenor del énfasis (y del tiempo) que utiliza para contar sus males.

Veo que ahora la Biblioteca ofrece la posibilidad de reservar libros – esto sí que es otro lujo más de la casa. Y es que nos tenéis mal acostumbrados, le digo a Mar Sarto, que aparece por la sala de lectura, mientras otra de las auxiliares de la biblioteca se ofrece a sacar un libro de la fonoteca para el señor que está contándole sus males a Javi, y así se ahorre las escaleras.

Milosz y su Otra Europa. Ahora que la otra Europa ha venido a España, se convierte en una lectura recomendable. Y entiendo que a los otros europeos no les guste que les llamemos europeos orientales. Un repaso por la historia de Lituania, Polonia, Rusia, la mezcla de culturas y lenguas, las ramificaciones del nacionalismo, las religiones, los judíos… Una guía interesante. Y también, una enseñanza: no podemos juzgar la historia con los esquemas de la época que nos ha tocado vivir.

Y el edificio de la bpte: un día te contaré por qué te sentirás siempre seguro allí. Y no te preocupes, que no es ninguna metáfora, sino una cuestión física.

Complejos

Complejos

Por fin ha pasado el complejo Pinilla a la ciudad de Teruel, tras años de espera, a falta de un acuerdo con el Gobierno de Aragón que por fin se ha alcanzado. Por lo visto, o más bien por lo leído y recordado, este espacio que en su día creara Educación y Descanso (los nombres nos hablan del paternalismo del Régimen), se había barajado como una de las posibles ubicaciones para el nuevo hospital de la ciudad que proyecta construir el Salud, pero afortunadamente las instalaciones deportivas (envidiables, al decir de visitantes que las disfrutan sorprendidos) no corren peligro y se verán mejoradas por una galería comercial y, quién sabe, un parquin público – y esto, dice el concejal Julio Esteban, lo llevan todos los partidos en sus programas electorales (que, sí, son para cumplirlos).

Se promete nuevo complejo hospitalario, no seas mala, que no sólo es por las elecciones cercanas, y el Salud estima que se necesitarán diez hectáreas de terreno: si una hectárea son 10.000 metros cuadrados, y un campo de fútbol de dimensiones normales mide aproximadamente una hectárea, el área total necesaria es de diez campos de fútbol como el de Pinilla – el DecaPinilla

Pues será por falta de terreno. Súbete al camino de los Mansuetos o disfruta del fresco de la Torre de El Salvador, y lo verás. No ha de ser por falta de terreno. Pero ya no te fías. En su día, tal vez finales de los años setenta, se llevó a cabo una gran expropiación de terreno en la zona de la carretera de Castralvo. El nuevo hospital era algo inminente. Y ahí se quedó: era más viable parchear la vieja Residencia del Seguro y se decidió no acometer lo que por lo visto a alguien le pareció una quijotada. Y ahí andamos, a la espera de la solución del instituto Segundo de Chomón, del que no hemos visto más que el trailer y quién sabe si las tomas falsas.

El paciente ha sido siempre doblemente paciente en la Residencia. Obras, martillazos, parches, resonancia magnética en el autobús, obras menores, obras mayores, la rampa (felizmente arreglada y mejorada). Y ya toca hospital nuevo. Seis meses se da de plazo Lucía Gómez para solucionar el terreno. Ojo, que está el verano de por medio, la Navidad y la convocatoria de elecciones. Si se pilla los dedos, siempre podrá acabar en urgencias. Y hacer una eterna cola.

El vaivén de la bolsa

El vaivén de la bolsa

(mayo de 2006; a propósito de una iniciativa de los comerciantes del centro histórico de Teruel)

Un paseo al anochecer nos da la razón. La bolsa de basura es parte de nuestra vida, aunque sea reciclada del supermercado y nada evite el chorrillo de líquido que nos delatará. Y estoy convencido del asombro que nos causa la capacidad de producir basura de la vida actual. Nadie duda a estas alturas: esto es un problema, y puede ser que todavía nos esté resultando barato. Cada vez que salen a la luz estadísticas sobre los kilos de basura por habitante y año (ojo con la estadística, yo le tengo pánico), el comentario es inevitable. Hasta se mide el índice de riqueza de un país por la basura que genera.Todos tendremos que colaborar. Los fabricantes, facilitando envoltorios más sencillos y prácticos, que no supongan llenar el cubo de la basura a nada que abramos un par de paquetes de cualquier cosa. Los poderes públicos facilitando la educación ambiental necesaria (ya se hace) y estableciendo el orden y concierto de la recogida de basuras, lo más selectiva posible (también se va haciendo), de manera que se aproveche lo que se pueda, hasta el agotamiento si es preciso.En Teruel, por lo visto, vamos mejorando. Se recicla vidrio por encima de la media nacional (lo leo en una estadística), se recoge papel con frecuencia y se dice que en breve se dispondrá de contenedores para envases.  No está mal. Todos parece que vamos a una. La asociación de comerciantes del centro histórico ha tenido una iniciativa cuando menos singular. Un par de agentes (de bolsa, ya me perdonarán la broma) han ido animando al ciudadano del Teruel viejo a respetar los puntos de recogida de basuras. Con gracia, indicaban dónde estaban los contenedores soterrados y demás, de manera que se evitara el espectáculo lamentable de bolsas en los portales, a la espera del trabajo paciente de los servicios de limpieza municipales, que por culpa de esta dispersión en pequeños puntos ven obstaculizada su labor. Muy bien. Todos saldremos ganando.La iniciativa contribuye a crear un movimiento positivo y educativo pese a que habría sido más sencillo poner policías locales al acecho y multar al infractor.  La publicación del croquis del centro histórico señalando los lugares culpables no ha pasado inadvertida, y menos para los vecinos. Y voy a ejercer mi derecho de réplica, porque la información salpica a todos, que todos utilizamos la bolsa y nos podemos dar por aludidos.Los contenedores soterrados sólo admiten (calle del Pozo, calle Padre Tomás Lozano, por ejemplo) basura orgánica. Queda lejos el contenedor de vidrio y el de cartón.  La boca de los contenedores soterrados es pequeña, y donde hay centros oficiales (Plaza del Ayuntamiento, calle de Las Murallas), las macro bolsas negras y cajas se quedan a la intemperie. Hay comercios (desconozco si pertenecen a la asociación) que dejan basura en su puerta (expositores en desuso y cajas con nombres comerciales del ramo les delatan). Con frecuencia los contenedores están sucios, y según el tipo de negocio cercano, el olor es molesto…Todos, pues, habremos de colaborar, no se trata sólo de señalar. También se trata de tomar medidas, cada uno según su situación. Y de momento, a pasear hasta el contenedor más próximo, que por fin ha venido el buen tiempo.

Antonio Beltrán. La sabiduría

¿En eso consiste la sabiduría, en contentarse con lo sencillo?

No sé qué es la sabiduría, pero flota en el ambiente: está en las casas, en las piedras, en los libros, y en lo que se aprende de las personas, que nunca es suficiente.

 

Antonio Beltrán, en una entrevista de Mariano García, en Heraldo de Aragón, domingo 19 de marzo de 2006, última página

Esto es Teruel en Zaragoza. (sí, y punto)

Esto es Teruel en Zaragoza. (sí, y punto)

Cuando una imagen habla más que mil (o quizá menos) palabras: al fondo, en la vía de la derecha, el tren de Teruel. Y el resto, gran insfraestructura. ¿Victimismo? ¿Siempre estamos con lo mismo? Pues eso, ahí estamos.

Diccionario breve de los Luthiers

 POLINESIA: mujer policía que no entiende razones.
CAMARÓN: aparato enorme que saca fotos.
DECIMAL: pronúncialo equivocadamente.
BECERRO: observa una loma o colina.
BERMUDAS: observar a las que no hablan.
TELEPATÍA: aparato de TV para la hermana de mi mamá.
TELÓN: TV de 50 pulgadas o más.
ANÓMALO: hemorroides.
BENCENO: lo que los bebés miran cuando toman leche.
DIADEMA: veintinueve de febrero.
DILEMAS: háblale más.
DIÓGENES: la embarazó.
ENDOSCOPIO: me preparo para todos los exámenes excepto para dos.
MEOLLO: me escucho.
TALENTO: no tan rápido.
NITRATO: frustración superada.
PLATÓN: plato grande.
REPARTO: mellizos.
REPÚBLICA: mujerzuela sumamente conocida.
ZARAGOZA: ¡bien por Sara!

¿Dónde he visto yo esto?

“aquellas viejas mangueras”

 

…los encontrabas un poco por todas partes y en cualquier ciudad: brigadas de empleados municipales con mangueras y escobas, decentando la ciudad, logrado que en aquellos amaneceres oliese a asfalto y adoquín limpio. Como si le extendieran una carta blanca de confianza y buena voluntad al día que llegaba y a las vidas que estaban a punto de reanudarse.

Recordaba aquellos manguerazos nocturnos hace cosa de una semana, en la plaza principal de cierta pequeña ciudad española, observando la actuación de uno de esos cochecitos de la limpieza con que el ayuntamiento, para ahorrarse personal y salarios y pluses, y de paso pagar comisiones, contratas, subcontratas, y comprarle material de alta tecnología al cuñado Ceferino, que es representante, sustituyen por todas partes a los concienzudos hombres del traje de pana y la anguera. Eran las diez de la mañana y el conductor del artilugio iba y venía al volante de un ingenio enano equipado con ruedas y cepillos y chorritos de agua, plisplas, de un lado a otro de la plaza, cmo en los coches eléctricos, deshaciendo, eso sí, los montones de suciedad acumulada para extender la mierda de forma mucho más equitativa, más repartida por los cuatro o cinco mil metros cuadrados de baldosines de la plaza. Una plaza que, según me contaron, es el ojito derecho el alcalde, porque debajo construyeron su aparcamiento favorito ras cargarse hasta el último árbol en un kilómetro a la redonda.

Arturo Pérez Reverte, “Aquellas mangueras de antaño”, en  Patente de corso

 

Miguel Moliner (personaje de La sombra del viento, de Ruiz Zafón)

"Miquel Moliner estaba poseído por esa enfermedad de la laboriosidad culpable y, aunque respetaba y hasta envidiaba la ociosidad en los demás, huía de ella como de la peste. Lejos de presumir de su ética de trabajo, bromeaba sobre su compulsión productiva y la describía como una forma menor de cobardía.

- Mientras se trabaja, uno no le mira a la vida a los ojos."

Carta a Pérez Reverte - A propósito de los gazapos en la literatura. Y más

…¿Y si el Coyote intenta colarla?

Soy lector. Y me gusta la historia. Y los autores que cuentan historias. Pero nunca, lo confieso, busco el gazapo, y nunca hubiera pensado que el autor me pusiera trampas. Impresionante, pero me sigo viendo incapaz de ir a cazarle. Su “venganza del Coyote” me recuerda lo que hizo en Teruel hace un par de años un afamado escritor, funcionario de la administración local en origen, que vino a dar unas charlas (de verdad, mirando el reloj, a ver cuándo acaba el martirio de ir a centros de enseñanza a hablar, el pobre) y en una conferencia para los culturetas de la ciudad en la sala de la obra cultural de una caja de ahorros, ofreció, identificándose con los problemas y los vivires de su audiencia, un relato sobre el abuelo nosequé… Nos llegó al corazón. Se identificaba con esta tierra olvidada, como la que le había visto nacer a él y que ahora ha convertido en espacio mítico y mágico… Todo el mundo a punto de echar el moco. A la salida, todo eran elogios: qué detalle ofrecer a esta tierra pobre y olvidada un relato inédito, ni más ni menos…

Al día siguiente, el amigo cazagazapos pone en marcha su memoria, busca en su archivo de recortes de periódico, y zas, encuentra el dichoso cuento inédito, que había aparecido publicado en el cultural de un diario nacional.

Lo que jode (sin perdón) encontrarse con un tío que nos toma por gilipollas. Y peor, analfabetos.

Un saludo

Rafael Esteban

La estación, punto de partida

La estación, punto de partida

Las estaciones y su extraña poesía. Recomienda Zola, autor de la epopeya del ferrocarril en 1890, deslumbrado por la grandeza del tren, que “nuestros artistas deben encontrar la poesía de las estaciones, como sus padres encontraron la de los bosques y los ríos”, y así lo hace un poeta inédito con el que me topé en un blog perdido en la red, una bitácora que al menos sirve de guía a quien la escribe: “El reloj dio las nueve, / el reloj de la estación, / donde mi vida deja una pena húmeda / suave muy dentro”. Difícil encontrar a alguien que no haya vivido un momento en la estación en el que el reloj no haya necesitado de agujas que indicaran la hora.Un año después de obra de Zola, en marzo de 1891 y mucho más cerca de nosotros, recoge Domingo Gascón, cronista de Teruel, en la Miscelánea Turolense, la inquietud ante la próxima construcción de la línea de ferrocarril que ha de unir Calatayud y Sagunto, y en la que Teruel había puesto sus esperanzas de desarrollo. Por lo visto, la provincia no fue ni siquiera invitada al acto inaugural de las obras que se celebró en Villafeliche, provincia de Zaragoza, en mayo de 1899, y esto no sentó bien al cronista, que alimentó su desconfianza en la prontitud de la llegada del tren a Teruel ciudad. Llegó el tren, se perdió tráfico de pasajeros (Correo, Ter, Sol de Levante que se fue por Tarragona…), y lo que queda es poco de fiar. Denunciaba Teruel Existe hace unos días que sólo en el mes de mayo el tren registró 20 incidencias, aunque el otoño y el invierno anteriores no le fueron muy a la zaga.Me contaba uno de mis confidentes jubilados que, cuando él estudiaba Ciencias en la Universidad de Zaragoza, lo mejor del tren era la merienda y la partida de cartas durante las seis horas largas de viaje hasta la capital. El tren, punto de partida, y vuelta a empezar. Y la estación, también punto de partida, cuando se presentó el kit del viajero de tren, partida de guiñote incluida, para distraerse en los parones o al quedarse tirado en una estación abandonada. Y si el tono no te parece serio, siempre se puede recrear la partida de ajedrez del Séptimo sello, en la que el caballero que vuelve de las cruzadas juega al ajedrez contra la Muerte para arrancarle información acerca de las preguntas profundas de la vida. Punto de partida, hoy, hace cincuenta años, y hace casi ciento veinte.  

Tren sonda

Tren sonda

A veces, sin ser viajero compulsivo, más bien perezoso impenitente, el amigo –amiguico, le llaman-  sale de Teruel. Con frecuencia,  de médicos, si no es por cuestiones laborales, que no habrá manera de acabar con este nuevo centralismo sanitario, autonómico y universitario. Junio, víspera de San Juan: “Mañana me voy a Zaragoza, a cosas de trabajo - ¿Es que se te ha estropeado el coche? ¿Estás seguro? - llámame al móvil y te recojo, si te deja tirado por ahí…” Son los guiños previsibles la víspera de un viaje en tren. Y el amigo sonríe. Unos prefieren el tren porque es cómodo. Los mayores estiran las piernas, y como toman diuréticos para la tensión arterial, usan el servicio con frecuencia (retrete sigue poniendo en las estaciones, quizá la palabra más adecuada, por lo que tiene de retirado). Otros viajan con niños, que así pueden estar a sus anchas (los niños y los padres) y dan menos guerra (los padres y los niños). Otros, usuarios de la vía verde, traen la bicicleta. Hay quienes disfrutan de la memoria de lecturas y cine clásico o reivindican la mejora de la línea – dicen que apenas viajan los políticos en el tren.Pero el amigo es viajero impertinente. No habla – dice que aprovecha hasta Santa Eulalia para echar una cabezada, y que luego se dedica a leer y a observar. Hoy no funciona el aire acondicionado: da igual, de todas formas le sienta mal. Oye decir a una viajera experta (viene desde Valencia) que todavía no han conseguido conectar el aire cuando se añaden unidades nuevas. El viaje avanza tranquilo. Eso de ahí era la azucarera de Santa Eulalia.  Y esa estación tan grande, la de Caminreal. Algo hemos leído sobre ella. Y la hemos visto en un corto.Y como si fuéramos adolescentes, suenan varios móviles a la vez – es cuando se recupera la cobertura, que de cuando en cuando se pierde (la misma señora). Cada vez que se oye un teléfono, Paquito el Chocolatero, Beethoven, un cuco, Bisbal, todo vale, la señora se desgañita, “chica, coge el teléfonoooo”. El viajero mira por la ventanilla. Viaje de vuelta. Muel. Avisa el interventor que no funciona el servicio (retrete dice en las estaciones), y que no se preocupe el pasaje: él se encargará de avisar en qué paradas se puede bajar a mear (si pone retrete, será porque se puede mear, dice el señor de la bolsa de Montreal 76). Avanza la tarde. Sube una señora en un apeadero y se sienta junto al amigo. “Se me parte el almica al ver cómo están algunas estaciones”, dice mientras acomoda bultos informes. Pues cómo se habrá sentido la señora que ha intentado subir al tren y le han dicho que no quedan billetes. Gira el viajero la cabeza y no ve más de seis personas en su vagón. El interventor-avisador de estaciones con retrete explica que el número de plazas es limitado en los pueblos de Teruel si hay reservas en la zona de Valencia, que ahí se llena el tren. Y que además ya no se pueden subir bicis. Bien para la vía verde, bien. Discurre la tarde en el tren, y el avance de la noche, con el vaivén del vagón en los raíles hace soñar al viajero que pilota una sonda espacial. Y como le gusta jugar con las palabras, salta a otro sueño de sondas. Un tren sonda. Sin necesidad de parar en los retretes de las estaciones.

El Cielo tiene una pedanía

Llegábamos al colegio, con nuestros pantalones cortos y los ojos abiertos a todo tipo de sensaciones nuevas, algunos llorosos tras el estreno de internado, y nos encontramos contigo. Nos sorprendías. Un día una canción que entonabas sin más medios que tu voz (cuántos ratos con las Ten Green Bottles Standing on the Wall, con Yellow Submarine o con Old McDonald had a farm, agarrados unos a otros, cantando a coro), otro día un reloj de cartulina para enseñarnos las horas, o tus franelogramas, lo último en enseñanza de inglés entonces...

 

Pasó el colegio, y la academia Omnia, años de inglés minoritario, una novedad, con  Peter and Molly y magnetofones enormes. Luego vinieron  los viajes desinteresados a Valencia, a la Escuela Oficial de Idiomas, con alumnos que te miraban asombrados y escuchaban tus consejos de última hora antes del examen. Te veía alguna tarde en el estanco, dentro, fuera, saludando a tanta gente que apreciabas y que también te apreciaba a ti...

 

Tus amigos decían que eras el alcalde pedáneo del Óvalo. Y era un título que merecías, por tu don de gentes, por esa fuerza que transmitías, cuando al irnos haciendo mayores te confiábamos  nuestras dudas o nuestros temores, y tú, fija la mirada, nos decías “maño, tu siempre palante, no te me vayas a doblar ahora”. Cuánto agradecimos tu sinceridad, siempre con la verdad por delante, sin renunciar nunca a decir lo  que pensabas, y con esa sensibilidad, envuelta en cariño recio, que te llevó a ayudar a quienes sabías que te necesitaban.

 

Me pediste que rezara por ti, al menos un Padre Nuestro, en vísperas de una operación...te hice caso, te agradecí que me pidieras ese favor...y sigo agradecido. Y estoy convencido de  que el Cielo tiene una pedanía, un trocico con una puerta a la calle desde la que seguirás saludando a tanta gente que te aprecia y que a lo mejor, al llegar,  pregunta por ti.

Laderas de Teruel

Laderas de Teruel

Algunas de ellas se rellenaron con escombros, como quien oculta su vergüenza, y el peso sobrevenido hace que avancen de forma inquietante en busca de la horizontal y lleven tiempo sometidas a trabajos de adecentamiento en lo que parecía no ser más que la culminación de una obra ya acabada. Pendientes en peligro de convertirse en basurero, punto de recogida permanente de residuos, plano inclinado que ve pasar proyectos y promesas que a veces llevan a olvidar el quehacer diario, asunto pendiente. La llegada de la noche y el tiempo apacible invitan al paseo, y el amigo deambula, no sabe si disfrutando de la paz o buscándola, que a lo mejor no hay diferencia. La luz de las calles renovadas invita al recogimiento y la cabeza pasa de un tema a otro. La pereza le lleva a andar cuesta abajo, es poco previsor, no piensa en lo que luego tendrá que subir y acaba en el Portal de la Traición. Distraído, quiere ver los Arcos iluminados y sube puente arriba. A la izquierda, regala la vista la ladera de San Miguel, isla verde de matorral a la sombra de árboles y plantas rastreras que impiden ver el suelo y sirven de protección a los animales que la habitan. Zona en peligro de extinción.Se para el amigo a observar la ladera y el muro de la casa del Penitenciario, perdido en el recuerdo, y  el canto monótono pero potente de un pájaro nocturno le saca de su ensimismamiento. El sonido da profundidad al volumen oscuro, se alía con la luz de la noche cerrada y el caminante vuelve despacio sobre sus pasos, devanando el ovillo de sus pensamientos. Poco a poco, se acerca el ruido de la ciudad vieja, murmullo de risas y gritos. Noche de cenas, rito iniciático y puesta de largo que anuncia el final del curso.

 

A ras, a ras

A ras, a ras

(Lunes de Vaquilla. Teruel) 

Espero, cosas del cierre del Diario, que hayas encontrado el alcabor sin grandes quebrantos, hoy lunes, cuando seguro que lo ocupa casi todo la negociación de Zapatero con la Eta, la rebelión de los alcaldes de Albarracín, el recuerdo de la inauguración de la Glorieta, la entrada al parquin y los ecos del Mundial, si es que todavía nos acordamos hoy de que España participó en el campeonato. El caso es que llegaban al alcabor a lo largo de esta semana de calores los gritos, a por ellos, oé, a por ellos oé, mientras escuchaba en un programa de radio el himno apócrifo del mundial de fútbol… a ver qué nos hacen estos, a ver qué nos hacen estos - no sé si lo habrás escuchado alguna tarde o lo habrás encontrado en internet… y pensaba lo fácil que sería ahora decir que ya lo sabía, apuntarme al caballo ganador de la opinión mayoritaria, cuando hace unos días sólo me llamaron cenizo. En fin, cosas del deporte.

Me acordaba también de Carlos Sainz y el final de su carrera deportiva… a ras, a ras, y catacrac, veíamos desde la posición privilegiada de la mini cámara instalada en el salpicadero del coche el choque, el vuelco o el atropello de una vaca que sacaba al deportista de la carrera, cuando no era el coche el que se venía abajo al rompérsele el balandrio del nivelador colateral de la vareta del prufuncio barimétrico.

Ya ves, todos estos pensamientos provoca el alcabor con estos calores, será la falta de ventanas, por tratarse del lugar más cálido de la casa, tal vez pensado para el invierno, pero no hay nada que no puedan remediar un par de ventanas abiertas en el pasillo y la buena corriente de alguna estrechez del Teruel viejo. Y si no, un paseo a ver las lucecicas del suelo de la Plaza del Torico. A ras, a ras de suelo nos han puesto unos metros cuadrados para que sean la física, la termodinámica y la mecánica de fluidos de la Vaquilla las que decidan si el pavimento conviene o no. A ras, a ras. Ellas decidirán, pero no encuentro un buzón en el que pueda depositar mi opinión. Ojo, algo tendremos que decir. También si usas zapatos de tacón. Que a ras, a ras, a Carlos Sainz siempre se le complicaba el balandrio del nivelador. El calor del alcabor, seguro.

Mal de altura

Mal de altura

Aficionado desde hace tiempo al alpinismo de sillón, me gusta leer noticias sobre un deporte que me intriga. La necesidad de superar obstáculos insalvables que nos pueden costar la vida parece estar inscrita en los códigos que condicionan nuestra naturaleza y que algún día nos atreveremos a descifrar. Hasta tal punto, que Carlos Pauner, dentro de su proyecto de coronar sin oxígeno la cumbre de los catorce ochomiles, incorpora junto al doctor Morandeira, al psicólogo Pedro Allueva, quien realizará una serie de pruebas psicotécnicas que tienen como objetivo estudiar la problemática del pensamiento a más de 6000 metros de altura.

Curioso. Dejo un momento el recorte en el que leo esta noticia, y a mí, como al alpinista, también se me va la cabeza al punto más alto del Teruel viejo, la zona del castillo, la calle de la Comadre. Resulta que el suelo pisadero de esta calle es el más alto de toda la ciudad y cuentan los libros que no hace mucho tiempo se encontraba marcado en los adoquines el punto de mayor altitud, 930 metros, por encima de lo que marca la estación de tren (creo que 916 metros).

Un paseo desde la plaza de la Judería por este núcleo del Teruel más antiguo nos muestra un entorno degradado, con rastro de diuresis nocturna y exceso de alcohol, además del abandono del solar de la sinagoga, promesa de rehabilitación en su momento. Ya lo dice el psicólogo zaragozano: “a tantos metros de altura se pueden producir daños neuronales que, aunque no tienen trascendencia en la vida diaria, cuando se está en lo alto pueden provocar casos en los que no se razona”.  Lo dicho, mal de altura.