Blogia
alcabor

El Cielo tiene una pedanía

Llegábamos al colegio, con nuestros pantalones cortos y los ojos abiertos a todo tipo de sensaciones nuevas, algunos llorosos tras el estreno de internado, y nos encontramos contigo. Nos sorprendías. Un día una canción que entonabas sin más medios que tu voz (cuántos ratos con las Ten Green Bottles Standing on the Wall, con Yellow Submarine o con Old McDonald had a farm, agarrados unos a otros, cantando a coro), otro día un reloj de cartulina para enseñarnos las horas, o tus franelogramas, lo último en enseñanza de inglés entonces...

 

Pasó el colegio, y la academia Omnia, años de inglés minoritario, una novedad, con  Peter and Molly y magnetofones enormes. Luego vinieron  los viajes desinteresados a Valencia, a la Escuela Oficial de Idiomas, con alumnos que te miraban asombrados y escuchaban tus consejos de última hora antes del examen. Te veía alguna tarde en el estanco, dentro, fuera, saludando a tanta gente que apreciabas y que también te apreciaba a ti...

 

Tus amigos decían que eras el alcalde pedáneo del Óvalo. Y era un título que merecías, por tu don de gentes, por esa fuerza que transmitías, cuando al irnos haciendo mayores te confiábamos  nuestras dudas o nuestros temores, y tú, fija la mirada, nos decías “maño, tu siempre palante, no te me vayas a doblar ahora”. Cuánto agradecimos tu sinceridad, siempre con la verdad por delante, sin renunciar nunca a decir lo  que pensabas, y con esa sensibilidad, envuelta en cariño recio, que te llevó a ayudar a quienes sabías que te necesitaban.

 

Me pediste que rezara por ti, al menos un Padre Nuestro, en vísperas de una operación...te hice caso, te agradecí que me pidieras ese favor...y sigo agradecido. Y estoy convencido de  que el Cielo tiene una pedanía, un trocico con una puerta a la calle desde la que seguirás saludando a tanta gente que te aprecia y que a lo mejor, al llegar,  pregunta por ti.

0 comentarios