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La estación, punto de partida

La estación, punto de partida Las estaciones y su extraña poesía. Recomienda Zola, autor de la epopeya del ferrocarril en 1890, deslumbrado por la grandeza del tren, que “nuestros artistas deben encontrar la poesía de las estaciones, como sus padres encontraron la de los bosques y los ríos”, y así lo hace un poeta inédito con el que me topé en un blog perdido en la red, una bitácora que al menos sirve de guía a quien la escribe: “El reloj dio las nueve, / el reloj de la estación, / donde mi vida deja una pena húmeda / suave muy dentro”. Difícil encontrar a alguien que no haya vivido un momento en la estación en el que el reloj no haya necesitado de agujas que indicaran la hora.Un año después de obra de Zola, en marzo de 1891 y mucho más cerca de nosotros, recoge Domingo Gascón, cronista de Teruel, en la Miscelánea Turolense, la inquietud ante la próxima construcción de la línea de ferrocarril que ha de unir Calatayud y Sagunto, y en la que Teruel había puesto sus esperanzas de desarrollo. Por lo visto, la provincia no fue ni siquiera invitada al acto inaugural de las obras que se celebró en Villafeliche, provincia de Zaragoza, en mayo de 1899, y esto no sentó bien al cronista, que alimentó su desconfianza en la prontitud de la llegada del tren a Teruel ciudad. Llegó el tren, se perdió tráfico de pasajeros (Correo, Ter, Sol de Levante que se fue por Tarragona…), y lo que queda es poco de fiar. Denunciaba Teruel Existe hace unos días que sólo en el mes de mayo el tren registró 20 incidencias, aunque el otoño y el invierno anteriores no le fueron muy a la zaga.Me contaba uno de mis confidentes jubilados que, cuando él estudiaba Ciencias en la Universidad de Zaragoza, lo mejor del tren era la merienda y la partida de cartas durante las seis horas largas de viaje hasta la capital. El tren, punto de partida, y vuelta a empezar. Y la estación, también punto de partida, cuando se presentó el kit del viajero de tren, partida de guiñote incluida, para distraerse en los parones o al quedarse tirado en una estación abandonada. Y si el tono no te parece serio, siempre se puede recrear la partida de ajedrez del Séptimo sello, en la que el caballero que vuelve de las cruzadas juega al ajedrez contra la Muerte para arrancarle información acerca de las preguntas profundas de la vida. Punto de partida, hoy, hace cincuenta años, y hace casi ciento veinte.  

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