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El reverso del tapiz

El reverso del tapiz Dicen, y seguro que tienen razón, que si caminando por el bosque te topas con un muro, el obstáculo parece infranqueable precisamente porque lo tienes a un palmo de distancia. Y como para todo encuentras quien te aconseje, te diré que recomiendan los expertos en esto de encontrarse muros por el bosque que te alejes un par de metros y entonces veas la altura real del hasta entonces obstáculo insalvable: a lo mejor resulta que hay una oquedad en algún lado, o unas piedras en las que apoyarte y poder subir, e incluso una escalera dotada de barandado. Cosas del sentido común, por lo visto.

Pues nada, a poner metros de por medio y a ganar perspectiva, que te han recomendado andar ahora que tienes más tiempo. Nada como el Cerro de Santa Bárbara a primera hora de la mañana, cuando no te ciegue el sol de la tarde, para observar Teruel en la distancia, que igual los problemas se ven de otra manera, o a lo mejor resulta que no eran tales (o tan graves) problemas. Conforme se acerca el camino, pasado el cementerio y la subestación de Eléctricas (mis padres, ajenos al devenir de la OPA de Endesa todavía dicen la Teledinámica  o sólo la Tele), se divisa la silueta del cerro, convertido en signo de los tiempos, donde unas antenas y no la vieja ermita desafían a las tormentas, haciendo gala de una altivez que tal vez defina nuestro tiempo. Aprovecha para observar un Teruel diferente. Es cuestión de punto de vista: me dicen que sugiere la parte de atrás de un tapiz o de un bordado. Por detrás de la imagen habitual, que reproduces con los ojos cerrados, tienes ahora el reverso, el entramado de la vida de la ciudad; como es una hoya, el Ensanche y la Fuenfresca quedan muy en segundo plano y se ve el Teruel viejo, erguido entre los Monotes y la Muela.

Pues sí, fue un acierto que Agustín Alegre donara la imagen que plasma esta perspectiva a la ciudad (puedes ver el cuadro en el Ayuntamiento): las cosas se ven con más calma. Deberían sentarse al pie de las antenas quienes tienen que decidir sobre la ciudad, sobre su futuro, sobre los problemas del día a día, y hablar, y aclararse. Tiene su qué, esto de ver lo habitual desde otro punto de vista. A lo mejor resulta que el muro se puede saltar, o que hay un agujero donde antes sólo se veían piedras, y encontramos un estribo que nos ayudará a saltar, o, quién sabe, la mano recia del acompañante.

 

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